De montaña en montaña con Mamá Chu

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Pateo alucinante por Sapa, Lao Cai.

A veces hay que dejarse llevar por el destino y sorprenderse de lo fácil que puede ser la vida. Reconocer que con poco se sabe ser feliz, que nos sobran cosas.

Un encuentro afortunado me saca por unos días de mi ruta marcada a través de Vietnam y me lleva hacia el norte montañoso del país.

Y si, soy una chica fácil, me basta una caminata en las montañas, un panorama verde con fases de bruma, arrozales en terraza a pérdida de vista, cascadas de agua cristalina, aldeas de etnias que se resisten a la «civilización», niñas y niños cantando, jugando y riendo como si nada fallase en el resto del mundo.
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El viaje hasta Sapa, una de las regiones más inaccesibles y frías de Vietnam, valió mil veces el cansancio y el cuello entumido. Cerca de China, esta tierra no es apta para cardíacos.

Han sido dos días de marcha continúa, con la inolvidable Mamá Chu, una mujer de la etnia Black HMong, madre trabajadora que desde su remota aldea va hasta Sapa en busca de aventureras  que quieran dejarse guiar por ella hasta los sitios más escondidos de la montaña.

Mamá Chu da pasos lentos, no se desgasta en su andar, sabe administrar su reserva de energía. Es ligera y de espalda recta, porta su traje oscuro tradicional y unos tenis fosforescentes que le dan el toque aerodinámico.
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No lee, no escribe, no habla vietnamita, sólo su lengua HMong y un inglés aprendido entre calles y cerros, que ya lo quisieran algunos. Sabe sobre las plantas, los árboles, las aves, el ciclo de las cosechas y todo respecto a su etnia.

Su hijo mayor de 17 años se casará pronto, pero antes debe pagar una importante dote a la familia de la novia. Mamá Chu, no sabe aún cuánto dinero le pedirá su futura familia política y eso le preocupa. La buena noticia es que tiene tres hijas menores, muy inteligentes y bellas con las que todos los chicos de la etnia se querrán casar, entonces ella pedirá cuanto mejor merecen.

En casa de Mamá Chu no hay muebles finos, ni espejos, ni vajillas de porcelana, ni mucho menos electrodomésticos. Se vive en paz con suelos de tierra, paredes de madera, una cocina con fogón, una escalera de bambú para subir a las rústicas camas cubiertas de mosquiteras, porque aquí los zancudos pican con ganas.
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El marido de Mamá Chu prepara las comidas, cuida de las niñas, la casa, el huerto y el arrozal de la familia, mientras que ella trabaja guiando montañerxs y vendiendo artesanías. Bendita división de tareas, el intercambio de roles no es un problema para los HMong.

Antes de que salga el sol un gallo muy entonado y orgulloso de su misión levanta a todas las almas. De inmediato se percibe el inicio de la acción en la aldea, el fuego que se enciende, el té verde en cocción, las niñas que se peinan coquetas y ajustan los calentadores tradicionales que llevan en las piernas.

Tres forasteras con los ojos hinchados por el humo de la leña, y el pelo desparpajado bajan por la minúscula escalera de bambú a ver un amanecer sin igual y ahí se quedan embobadas por minutos eternos, con frío en los huesos y el corazón dando saltos, listo para continuar la marcha con Mamá Chu.
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6 respuestas a “De montaña en montaña con Mamá Chu

  1. Reblogged this on Orbita Diversa and commented:
    …El marido de Mamá Chu prepara las comidas, cuida de las niñas, la casa, el huerto y el arrozal de la familia, mientras que ella trabaja guiando montañerxs y vendiendo artesanías…

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